*Tapando Baches*

Páginas de diarios, zapatillas gastadas, piel arrugada y con suerte un perro al lado. No estoy dando ingredientes para una receta de cocina, ni el listado de utensilios que necesitará para remodelar el living. Estoy definiendo –cruelmente- a una persona sin hogar. Brutalmente, en la medida en que nos basemos en el impacto visual, en lo que poseen materialmente, en el resistir cotidiano. Violentamente porque, así como así, definimos a cada instante a un ser humano como nosotros, sin pensar siquiera un segundo la carga valorativa que contienen nuestras palabras y los prejuicios que lanzamos al aire, sólo porque somos libres de decir cualquier cosa en todo momento y lugar.
Pero ¿qué hay detrás de la mirada perdida?, ¿de la botella de vino?, ¿de la barba larga y los pelos revueltos?.. me atrevo a decir que hay un corazón dañado, años heridos que fueron curtiendo las arrugas y calmando el paso. Tantos pozos en el camino que quitaron el sueño, olvidaron las esperanzas y desilusionaron las ganas de vivir.
Si esas hojas de diarios relataran la vida de cada “homeless”, sus sentimientos, sus luchas, sus realizaciones, quizás, ya no nos sentiríamos tan livianos a la hora de referirnos a ellos. Si esas zapatillas gastadas volvieran a pisar lo andado, cubrirían el asfalto de experiencia; si esas arrugas platicaran sobre la piel reseca, dejarían centenares de anécdotas y consejos; y si ese perro hablara.. seguro diría algo sobre la soledad y el olvido.
Violencia familiar, desalojo, ruptura de lazos sociales y laborales, dificultad financiera, catástrofes naturales y guerras son algunas de las causas por las que las personas transitan sus días y noches en las calles. Muchas instituciones sin fines de lucro, grupos de particulares, el Gobierno, entre otros, ayudan a las personas carentes de hogar con comida, lugares para dormir y aseo personal. Ahora, ¿es sólo eso lo que necesitan?, con un plato de comida no suplimos la soledad diaria, la discriminación, la falta de expectativas. No es desvalorar el alimento que es vital, pero es bueno pensar otras maneras de contener. Una caricia, atención y escucha, compartir horas, ayudar a salir de esa situación de aislamiento social serían una buena línea de escape.
Un techo muchas veces no es suficiente para tantos años de desidia, la inclusión debe basarse en la capacitación y autogestión de proyectos. Trabajar en la reintegración social de las personas sin hogar, para poder en conjunto, con ellos y desde ellos, disminuir la vulnerabilidad, creando oportunidades de desarrollo social y recuperación integral de la persona.
Son más de 770 mil los niños sin hogar que asisten a las escuelas públicas en los Estados Unidos, según cifras de la “National Coalition for the Homeless”. ¿Están preparados los centros educativos para brindar la contención y forjar el futuro necesario para estos niños?, las respuestas a esta pregunta de seguro son una “cadena de culpas” en las que no se llega a nada. La primera institución formadora es la familia, si la familia está dañada, la escuela debería ser la más próxima en el cuidado de los niños, si esta se encuentra desvalorizada, hoy por hoy, como sociedad, no ofrecemos nada para tapar los baches.
Sólo se rellenan los pozos con políticas asistencialistas que duran una semana y luego... el hueco otra vez. Estaría bueno cubrirlos con trabajo social integral, aprovechando el amplio campo de conocimientos de las ciencias y trabajo profesional, ya que al final del camino, no nos llevamos nada palpable, sino la vida misma.