*Tiro al Blanco*

¿Cuántas veces nos sentimos víctimas de algún agravio?, ¿cuántas veces nos hallamos sometidos a presiones o injusticias?, cuántas veces reproducimos los mismos insultos que nos han proporcionado... los mismos golpes que nos han dado?, cuántas veces perdimos la paciencia y nos ganó la ira?. Todo el tiempo, hombres y mujeres, vivimos inmersos en un continuo estado de agresión física, verbal o psicológica. Pocos que someten a muchos, muchos que aceptan su “condición inferior”, su situación de esclavitud. No una esclavitud meramente física o territorial, sino un encierro emocional, espiritual, educacional.
Se dice que los primeros sesgos de violencia se dan en la familia, pero es tan limitado y estricto afirmar esto, como darle la verdad a cualquier frase que polarice una situación tan amplia y compleja como la violencia.
Grandes filósofos, politólogos, psicólogos, especialistas, entre otros, han analizado a través de los años la influencia, causas y consecuencias de la violencia. Hasta el filósofo inglés Tomás Hobbes que planteó un “estado de naturaleza” del hombre, en donde la condición primera de las relaciones entre los humanos estaba dado por una constante “guerra de todos contra todos”. Rescato sólo esta concepción ya que ilustra una mirada totalmente centralizada en la violencia como una condición innata del hombre.
Sin embargo, la historia y la experiencia han demostrado que diversos factores pueden alterar un ser pacífico y convertirlo en un ser altamente violento. Entre estas se encuentran, las campañas propagandísticas, los productos tecnológicos bélicos (desde simples juguetes de plásticos hasta complejos sistemas electrónicos) y la falta de educación. Esta última es una de las más potentes y fáciles de trasmitir. Mentes en blanco, abstinencia de crítica, de participación, una sociedad analfabeta, es sinónimo de violencia. Una violencia ejercida desde el Estado y acompañada por los demás sectores de poder, como numerosos medios de comunicación y grandes empresas que acrecientan su riqueza gracias a la sumisión de otros.
Años y años de corrupción, desolación, menosprecio, minimización, son años y años de robar la paz del ser, siglos de silencios transformados en golpes y gritos, o golpes y gritos que intentan hacer hablar a esos silencios.
No se niega que existan personas violentas, sólo se intenta rescatar la “construcción de violencia” diaria que se tiene por política mundial. Ya sea por conquistas o por la exposición cotidiana de diversos temas densos en sus análisis, con posturas simplistas de estás “a favor” o “en contra de”. Manejar temas sociales vitales por oposición, enfrentando términos sin un marco teórico-práctico, es otra forma de fomentar una atmósfera violenta entre los ciudadanos que debaten constantemente la actualidad política y económica.
Esa “construcción diaria de la violencia” permite su internalización, para que su cotidianeidad nos haga aceptarla y asumirla como propia de la sociedad, sin cuestionarla ni enfrentarla intentando erradicarla o al menos disminuirla.
Esta postura no es algo utópico, países como Nueva Zelanda, Dinamarca, Noruega, Islandia, Austria, Suecia, Japón, Canadá, tienen los índices más bajos de violencia, según el Índice de Paz Global (Global Peace Index), esto es sinónimo de una sociedad estable, en donde las presiones y necesidades no llegan al extremo de convertirse en lucha por subsistencia, en lucha de poder.
No se debe convivir con la violencia, se debe convivir con la armonía, como seres racionales deberíamos poner en “la mira” la tolerancia y el respeto por la diversidad, y sobre todo mejorar las “condiciones de vida” para que estas no impongan “condiciones de muerte”.

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